domingo, 1 de abril de 2007

22 de agosto 1994

Otro de los personajes -pues así han de nombrarse a esos seres de otra galaxia- era Elvira.
Elvira era una mujer de unos cuarenta años que se sentaba por la noche en un bordillo y allí me la encontraba yo siempre, sentadita y esperando, esperando y fumando, si tenía tabaco. Todas las noches, cuando volvía a casa, siempre en el mismo bordillo, siempre con el mismo pañuelo rojo en la cabeza, como un lazo estrambótico en un regalo infernal. Así me parecía.
-Elvira, ese lazo te hace más vieja.
-Pasado mañana un astro mitad estrella-mitad cometa caerá sobre Estados Unidos. El fin del mundo está cerca.
-Y tan cerca.
-¿Traes tabaco?
-Algo me queda. Y tengo para un porro.
-Perfecto. Que el fiscal del Juicio Final nos pille dopados. Quizá nos recorte la pena.
-¡Eso!
Elvira estaba contenta y su ánimo era contagioso, su locura era contagiosa. Pronto los dos estaríamos hablando de Fátima y del advenimiento del Señor. Ella hablaba.
-Tengo pruebas. Y no sólo yo. Un astrónomo hindú llamado Safir lo ha visto en el cielo. Y con un potente telescopio. ¡Hasta hay fotos!
-¿Puedo verlas?
-No las he traido. ¡No voy a ir por ahí con todas mis pertenencias!
-No sé, como siempre llevas libros en la bolsa.
Elvira siempre llevaba en la mano una enorme bolsa de plástico negra llena de libros y recortes de prensa. Cada vez que tenía que documentarse, nuestra conversación perdía hilo. Yo encendía un cigarrillo.
-Pues parece que va a llover.
-No lo creo; enseguida lo encuentro. ¡Estaba aquí hace un momento!
-Si no hace falta, es igual.
-¡No es igual! Que luego irás diciendo por ahí que soy loca, que todo lo invento. ¡Yo no invento nada!
-Si ya lo sé, Elvira.
-¡Mira!
Y me enseñaba una foto en blanco y negro de un astro mitad estrella-mitad cometa que habría recortado de un periódico, meses atrás. Siempre se veía borroso.
-¡Joder, Elvira, es formidable!
-No me hables así, jovencito, podría ser tu madre.
-Perdona.
Estábamos así una hora, dos. Sentados en un bordillo de la Gran Vía viendo pasar los coches y levantándonos apenas, como dos estatuas a lo paranormal.
-Parece que va a llover.
-Sí.

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