domingo, 1 de abril de 2007

15 de septiembre 1994

Me he despedido de Arnica. No ha habido lágrimas, no ha habido nada. Al preguntarme si este era mi último día le he dicho que no, que mañana vuelvo. Me he despedido para mis adentros. Arnica me ha cogido mucho aprecio y creo que haría una tontería si se entera de mi despido. A veces me dan ganas de hablar con el jefe:
-Jefe, si me despide le envío a Arnica.
-¡No te atreverás!
-¡Vaya si lo haré!
Por las noches, como soy un tímido, imagino escenas en las que someto al jefe a mil vejaciones a cual más degradante. Yo soy valiente y gallardo, muy guapo, con una potencia sexual envidiable que me obliga vengarme en las carnes de las siete hijas del jefe, a cual más bella, a cual más pura. A su mujer la echo a los perros: le envío a Arnica. Este la somete a cien mil nuevos martirios pues Arnica es mayor que yo y sabe más de la vida. Al final nos fumamos los puros del jefe, Arnica y yo. Nos despedimos alegremente, como dos bucaneros arrogantes embebidos de gloria y satanismo.

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