10 de agosto 1994
La vida consistía en pequeñas salidas a la calle, donde la gente que paseaba me era cada vez más extraña. Los mismos ojos, las mismas caderas, las cabezas, los culos caidos o inexistentes, tanto da. El caso es que no los reconocía como mis semejantes. ¿Y ellos?, ¿pensarían lo mismo de mí?, ¿pensarían algo?, ¿y qué importa?
El texto se hacía más hermético a medida que yo mismo me hacía más hermético. Las salidas... Una sola de ellas me dejaba inconsciente para varios días. Me encerraba, con las máquinas, pensaba, iba al baño a saludarme en el espejo; ya no sonreía, no. Me miraba y buscaba en los ojos algo que me inspirara simpatía, nada. Poco quedaba del muchacho que aprecié en algún momento, no muy lejano, de mi vida.
El texto se hacía más hermético a medida que yo mismo me hacía más hermético. Las salidas... Una sola de ellas me dejaba inconsciente para varios días. Me encerraba, con las máquinas, pensaba, iba al baño a saludarme en el espejo; ya no sonreía, no. Me miraba y buscaba en los ojos algo que me inspirara simpatía, nada. Poco quedaba del muchacho que aprecié en algún momento, no muy lejano, de mi vida.
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