domingo, 1 de abril de 2007

10 de agosto 1994

La vida consistía en pequeñas salidas a la calle, donde la gente que paseaba me era cada vez más extraña. Los mismos ojos, las mismas caderas, las cabezas, los culos caidos o inexistentes, tanto da. El caso es que no los reconocía como mis semejantes. ¿Y ellos?, ¿pensarían lo mismo de mí?, ¿pensarían algo?, ¿y qué importa?
El texto se hacía más hermético a medida que yo mismo me hacía más hermético. Las salidas... Una sola de ellas me dejaba inconsciente para varios días. Me encerraba, con las máquinas, pensaba, iba al baño a saludarme en el espejo; ya no sonreía, no. Me miraba y buscaba en los ojos algo que me inspirara simpatía, nada. Poco quedaba del muchacho que aprecié en algún momento, no muy lejano, de mi vida.

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