domingo, 1 de abril de 2007

1 de septiembre 1994

Pronto tendría que ingeniármelas para dar un nuevo rumbo a esto. Si al principio de escribir todo giraba en torno a ese estado de ánimo ausente y solitario, ahora algo había cambiado. Nuevos personajes, reales unos y ficticios otros, habían llegado a las estrofas y las habían dotado de un nuevo significado. Me gustaba.
Además, la noticia de mi despido llegó como un mazazo. También esto influiría sobre la marcha de las cosas. No digo que fuera a dejar de hablar de mis nuevos amigos pero el hecho de dejar de verlos se notaría, de alguna manera.
Arnica, por ejemplo. Para escribir sobre él necesitaba seguir asistiendo a sus ceremonias absurdas, conversar con él, darle tabaco, -todo el mundo me pedía tabaco-, ver su cara grotesca cada día. Podría crear nuevas situaciones imaginándomelo pero no sería lo mismo.
Yo temía el regreso a casa, a la televisión, a la búsqueda de un empleo que no deseaba. Sabía que sería un paso atrás, para mí y, sobre todo, para mi escritos.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio